Cuenta la leyenda que había una vez un caserón que servía
como un prostíbulo, estaba dirigido por un hombre, siempre vestía de blanco,
como si fuera un monje. Ese caserón estaba en un lugar muy transitado y
conocido.
En el año 1951 una de las muchachas que frecuentaba la zona
fue hallada sin vida en su cama. La mujer estaba embarazada, la policía y la
Guardia Civil se pusieron a investigar, y dieron como resultado que se trataba
de un suicidio.
Después de 2 años, el caso parecía resuelto, sin embargo, la
habitación donde la muchacha dormía quedó inutilizada, sin embargo, una mujer,
que llegó en 1953 fue hospedada en esa misma habitación, ya que las demás
estaban ocupadas. Al entrar en la habitación casi 3 años después, vieron como
las paredes estaban marcadas por terribles lamentos, había gatos, ratas y
lechuzas en esa habitación que parecía un estercolero.
La mujer, asombrada dijo que ahí no quería estar, y si
al final no quedaba más remedio, tendrían que pintarle la habitación. Ni un empapelado
pudo hacer que esas terribles marcas desaparecieran. Carlos, el jefe de ese
club, decidió cerrar el negocio, y en 1994 fue derrumbada, sin embargo, y a
pesar de todo, cuando se llevaron a cabo las tareas de limpieza, se pudieron
apreciar que había marcas de esas frases de lamentos
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