No siempre cuando una crítica nos ofende, siempre y cuando
esté planteada desde un punto de vista respetuoso, suele ser síntoma de haber
dado en el clavo. Nos negamos realidades que nosotros mismos percibimos de una forma
muy rápida y quizás esa crítica nos haga plantearnos que nosotros mismos ya
sabíamos que podíamos hacerlo mejor.
Evitar la negación. No todas las críticas tienen por qué ser
una realidad, pero es cierto que muchas de ellas nos hacen aprender y mejorar
en alguna faceta de nuestra vida.
En realidad la incomodidad que provoca en nosotros esa
crítica tiene que ver con una llamada de atención, un momento de pararnos a
pensar en cómo estamos haciendo las cosas y poner en práctica lo reflexionado.
Si aún así te decantas por la opción original, al menos se habrá realizado un
trabajo de análisis, que nos servirá en el futuro.
No debemos focalizar la atención en el fenómeno de la
oposición que representa una crítica. Por el contrario, sería más productivo
pensar que estas críticas nos ayuda a tomar un camino que podría llevarnos a
estar algo más en paz con nosotros mismos. Quizás esas críticas son más
constructivas que destructivas.
El verdadero enemigo de la correcta aceptación de una
crítica es el orgullo. Nuestra parte insegura hace que nos defendamos, pero es
más enriquecedor plantearla como un punto de aprendizaje y mejora.
Por supuesto, habrá que tener en cuenta cuando una crítica
sea abusiva, repetitiva o mal planteada. Si sentimos que no podemos expresarnos,
deberemos hacer uso de nuestra asertividad para defender con respeto que
nuestra opinión es nuestra, no busca convencer a nadie y es igual de válida que
cualquier otra. De esta forma afianzaremos nuestra autoestima y le daremos
valor a lo que nos conviene y a lo que no.
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